Por LUIS MANUEL CARVAJALINO
Ninguno de los grandes inventos de la Humanidad hubiera sido posible si antes no se hubieran gestado en la imaginación de una persona. Julio Verne imaginó grandes viajes a la Luna, al centro de la Tierra o a las profundidades del Mar mucho antes de que fuera posible en la realidad.
Einstein formuló la teoría de la relatividad solo después de haber imaginado su existencia. Lo mismo sucede con Edison, Marconi, Graham Bell, Benjamín Franklin o el anónimo inventor de la rueda.
Todo se gesta previamente en nuestra imaginación, el verdadero motor de nuestro mundo.
La capacidad del ser humano para representarse imágenes interiores es una de las capacidades más asombrosas del ser humano.
La creación de imágenes en nuestro cerebro es mucho más completa y rápida que cualquier aparato al que queramos equipararlo. Nuestra capacidad para evocar imágenes es tan fantástico que podemos “visualizar” millones de imágenes de manera fortuita en unos segundos.
Tenemos la capacidad, no sólo de crear un objeto, sino de variar su tamaño, su color, verlo desde distintas perspectivas, cambiar su forma total o parcialmente, modificar la luz con la que lo observamos, la nitidez, el brillo, su ubicación , acercar o alejar la imagen, enfocarlo o desenfocarlo, verlo en relación con tantos otros como queramos, etc…
Es tal la facilidad que tiene la imaginación para crear imágenes que muchas veces nos es imposible controlarlas.
Además no sólo podemos imaginar objetos físicos sino que también podemos crear en nuestra imaginación la sensación de libertad, de belleza, de tristeza o de melancolía.
Es tal el poder de la imaginación que para nuestro cerebro y a través de él para el resto de nuestro cuerpo muchas veces es tan importante la imagen de algo real como la imagen de algo imaginado. Pensemos, por ejemplo, en un plato de la más exquisita comida que deseemos. Imaginémosla con la mayor claridad y exactitud que podamos. La respuesta de nuestro cerebro es prácticamente similar a si realmente lo estuviéramos viendo con nuestros ojos. Nuestras papilas gustativas comienzan a generar saliva. Se nos hace la boca agua de la misma forma que si lo tuviéramos realmente delante nuestro.
De ahí la importancia de mantener el mayor control posible sobre nuestra imaginación.
Con esto no me refiero a no generar la mayor cantidad posible de ideas y de imágenes que sin duda nos dan mayores posibilidades de creatividad, sino a manejar con habilidad esas imágenes para potenciar aquellas que nos pueden beneficiar y disminuir el impacto de aquellas que incluso pueden hacernos daño.
A través de nuestra imaginación creamos nuestro verdadero estado interior, nuestro mundo, nuestros estados emocionales.
Dicho de otro modo, no es tan importante lo que vivimos fuera, sino cómo lo vivimos dentro.